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Hace unos días el señor A. G. B. -y no es que sea candidato al CNI- nos pasaba un interesante enlace, sobre un vídeo inédito encontrado en la casa de un alcalde de un pueblo de Córdoba durante II República.
Hoy he visto el vídeo en mi ruta habitual y silenciosa por los blogs de izquierdas, en lakomarka con una buena entrada.
El nacimiento de una democracia, la emancipación de las mujeres, el municipalismo empezando por Madrid, etc. Recogidos en imágenes. Todo eso se se empezó a tener y todo eso se perdió. Ya saben que la lucha es perenne.
Nosotros nos quedamos además con dos momentos de Prieto, el discurso en el entirro de Pablo Iglesias y la entrega de la Casa de Campo al Ayuntamiento de Madrid, a través de su alcalde.
Pedro Rico: Infraestructura, vivienda, empleo, centros escolares.
Dando un repaso por los blogs de los políticos, podemos ver que Leire Pajín ha contestado desde su espacio a la rumorología electrónica puesta al servicio del difama que algo queda, tan del gusto electoral de cierto sector de la política española. Diciendo lo que gana como secretaria de organización y lo que le corresponde en concepto de compensación por haber sido secretaria de estado y tener que someterse a las normas sobre incompatibilidades de dirección en las empresas privadas. No es la primera que lo hace, pero sí que es un ejemplo para la inmensa mayoría de los políticos de España. Y abre un necesario debate sobre la transparencia que parece que va a seguir estos días con el tema de las incompatibilidades de los diputados, con la trama de imputados del PP y con el ruido que trata de lanzar la prensa afín al PP.
UN DEBATE ESCASO EN ESPAÑA
No sé si es porque somos españoles o mediterráneos con toda su historia católica tan distinta del resto de los europeos con su espíritu del capitalismo, o porque a nuestra cultura le falta aún mucha filosofía sobre el dinero, el trabajo, la empresa y las responsabilidades públicas. Pero está claro que nos hace falta un fuerte debate público sobre estos temas para cambiar ciertas ideas.
El espíritu de la riqueza y la culpa.
¿Hay que sentirse culpable por ganar dinero y más si uno es de izquierdas?
Generalizando, España que tiene mucho pasado de curas, inquisiciones políticas y caballeros hidalgos y menos de empresarios, burgueses y profesionales, y esto ha hecho que tengamos un fuerte rechazo a la idea de enriquecimiento. Pensamos que quien tiene dinero es sencillamente porque lo ha robado legal –bajo pseudoleyes progresistas- o ilegalmente. Y no nos dé por pensar que se lo han robado a quienes no han tenido oportunidad para ganarlo, sino que la tendencia es a asignar las bienes a los que antes poseían todo por la gracia de Dios o de la herencia. Idea -latente en gran parte de derecha más rancia de este país y que infecta en otros grandes espectros- que sólo tolera que quienes tienen sean los que siempre han tenido. Mientras que a los demás sólo les cabe la culpa, porque además el sistema no permite tener ganancias con juego limpio y justicia, al menos el sistema que ellos se esfuerzan en imponer para cerrar su círculo.
Mientras que por un lado defienden un derecho atávico de exclusivo enriquecimiento y casi casi de pernada, por otro lado se dedican a difundir el espíritu de la culpa entre todos aquellos que pretendan vivir bien con su dinero, utilizando la religión, el espíritu de culpa con la pobreza de los demás, etc.
Y en parte funciona, porque nuestra herencia católica es dura hasta para las peores cosas. Tan es así que seguimos dando más valor al sentimiento de culpa –del arrepentido reincidente- que al de la responsabilidad. Siempre preferimos al que se arrepiente y confiesa públicamente entre sollozos, que al que se equivoca, calla con su orgullo herido y se esfuerza en mejorar para que nadie pueda volver a tener la posibilidad de llamarle la atención. Así somos.
Pero ya es hora de que abandonemos esa trampa de la culpabilidad y de esa falsa moral sólo aplicable a los demás. Y más cuando nos lo intentan infundir los más irresponsables y los que menos han hecho por ganar lo que tienen.
Noción del trabajo y la recompensa.
A cierta izquierda reaccionaria –política y sindical- le interesa confundir la idea de enriquecimiento con la idea de explotación. Hace sospechosa a cualquier persona que gane más que el sueldo de un trabajador medio. Ya sea porque se esfuerza y colabora con los explotadores, ya sea porque es ella misma un potencial explotador.
A parte del sector empresarial le parece que está en guerra con el trabajador. Que lo suyo no es una colaboración, sino un choque de fuerzas y un regateo permanente siempre buscando el menor sueldo posible.
A parte de la clase trabajadora le parece que a ellos les compran –se dejan comprar a veces y otras no les queda más remedio- por tiempo y no por trabajo hecho. Y que ya que es eso, encima no van a contribuir a quienes les fuerzan a trabajar. De ahí que seamos menos productivos que la mayoría de países ricos del planeta.
Y con estas ideas, los trabajadores están mal pagados -aunque sean de los serios y profesionales- comparados con cualquier país de occidente, entendemos que los negocios son cosa de explotar, que la competencia es exclusivamente ganar unos y perder otros, que lo de producir no va con nosotros, etc. Así, tenemos la crisis que tenemos y la especulación tipical spanish, ganada a pulso entre todos.
Algún día entenderemos que las empresas son esenciales para el buen desarrollo de un estado, que una sociedad necesita reconocer el trabajo de los profesionales, que defender el poder adquisitivo de todos no pasa por demonizar el dinero, y que el trabajo y los negocios son gano yo y ganas tú y no una guerra.
No hay que criticar los sueldos, sino él no ganárselos.
¿Tenemos que confundir él trabajo bien pagado con enriquecerse sin aportar nada a la sociedad?
A cierta derecha reaccionaria –política y empresarial- le interesa confundir la idea de enriquecimiento por cualquier medio con la idea de que ganar dinero es bueno. Pero son dos cosas distintas. Uno puede pensar que ganar dinero no está nada mal y sin embargo puede tener una idea clara de cómo es justo ganarlo y cómo no.
Uno puede tener la idea –nada utópica- de que un objetivo como progresistas es conseguir que el dinero sea cada vez una información más precisa de las relaciones y propiedades de los sistemas de trabajo y comercio. Pero también hay que reconocer que esto en parte se ha conseguido –en la Europa del bienestar-. A través de un sistema que posibilita estudiar a la mayoría, que protege al trabajador con derechos y convenios colectivos, que tiene mecanismos para controlar la competencia y el fraude, etc.
Es verdad que existen situaciones injustas presentes y heredadas. Patrimonios fruto de prácticas caciquiles pasadas, fraudes modernos y de naturaleza casi tecnológica. O simplemente las diferentes circunstancias de cada uno, con sus barreras y oportunidades. Pero de ahí no se sigue que el sistema sea esencialmente injusto y que todo lo que existe en él no es más que pecado injustificable.
El sistema, en la medida que es producto de las mentes más progresistas de la Europa moderna, deja espacio para la justicia y para que el trabajo individual redunde en el beneficio de la sociedad. Y en esa medida deberíamos empezar a juzgar los sueldos en función de lo que aportan a su parte del sistema –más justo- y no en función de ciertas críticas con aire de santurronería reaccionaria.
Socialismo y voto de pobreza
¿Esa es la herencia de Pablo Iglesias?
Ya saben aquello de que los socialistas están para que no existan pobres y no para hacer voto de pobreza –o peor, para hacer la pobreza igual para todos-
Lo que no significa que se pueda dar un salto para defender la validez de enriquecerse por cualquier medio mientras de paso se apoyan políticas de izquierdas para todos –que debe ser la excusa con la que se consuelan los corruptos de nuestro lado-
Pero que tampoco significa que se tenga que renunciar a ganar dinero por un trabajo que exige en muchos casos una larga carrera no reconocida de esfuerzos ocultos y cuando se llega, una dedicación casi exclusiva si es que se quieren cumplir con lo prometido a los votantes y con los propios valores.
Que el PSOE naciera fundamentalmente de la denuncia de la cuestión social –más la denuncia de la corrupción democrática de España y la oposición a las guerras coloniales- y que su fundador tuviese su mayor atractivo difusor en su conducta ejemplar y coherente, no significa que el PSOE de hoy tenga que ser una foto de aquellos inicios. El gran valor del PSOE en aquellos tiempos fue detectar los problemas fundamentales de los españoles y poner su maquinaria al servicio de las soluciones y la crítica feroz ante la salvaje situación. Más tarde su valor estuvo en aceptar la visión republicana que antaño había rechazado para concentrarse en su causa –las tesis de Indalecio Prieto que empezaron en el IX Congreso- Más tarde fue oposición y exilio. Luego regeneración a todos los niveles –Felipe González– Y ahora tiene que ser derechos, más democracia y modernización. Y para eso no necesita socialistas con raidos abrigos de pana, porque entre sus logros está haber eliminado esa pobreza que nos atenazó un siglo. No, necesitamos políticos profesionales, expertos, formados y reconocidos en su trabajo. El voto de pobreza ya no nos hace falta. La ejemplaridad de Iglesias, su auténtico legado político, viene de hacer causa personal de su causa política. Para igualarle tenemos que ser fieles defensores de los derechos, luchando contra cualquier relación de dominación, teniendo a la gente más preparada en un mundo donde los que juegan sucio tienen los mejores bufetes de abogados, y teniendo mucha visión de futuro. Ese es nuestro legado, y lo de la pobreza es una tontería de los que no entienden el papel del PSOE en el desarrollo de nuestro país.
La política sólo para los que previamente son solventes.
¿Para dedicarse a la política hay que tener otra vía de sustento?
Esto es una trampa. Una vez se lo escuché a Torres Mora en la Jaime Vera –cuando yo defendía que los políticos profesionales más jóvenes de hoy en día tenían que tener carrera, porque estas desde hace tiempo están al alcance de casi todos- y él respondía que la gente con poder y preparación no por tener una salida rechaza tener más poder. Y es verdad, las ansias de aferrarse al sillón son de otra naturaleza casi metafísica, tanto si se necesitaba de la política para sobrevivir, como si es para vivir por encima de lo que se ha tenido siempre, como si es para aparentar o tener contactos con los que ganar un dinero extra. La erótica del poder, ya saben.
De los que sólo piensan en el sillón no nos libra nada. Ni el que sean solventes más allá de la política –bueno, de estos, casi cabe esperar lo contrario, que se lo piensen dos veces antes de arrimarse a este mundo- Sólo nos protege de ellos una cosa, nuestra vigilancia más beligerante.
Pero es que además, esto de que la política es para los que pueden permitírselo, es un argumento reaccionario con solera. Recuerden aquello de que sólo está permitido que gobiernen reyes, o estamentos altos, burguesía o aquellos varones libres que pagan impuestos, etc. Recuerden, porque ya saben que la democracia no siempre fue universal. Y la excusa era que para participar había que aportar –desde sus reglas restrictivas y no decididas entre todos aunque hechas para todos, claro está-
Como esto se sostuvo poco tiempo, se añadió la excusa que así se evitaba que los advenedizos se acercaran sólo con el motivo de hacerse ricos. Y más tarde se le puso una tercera cláusula a esta maravillosa reacción: que la política era algo que no tenía que estar subvencionado por el dinero de todos sino sólo por el de los políticos. Ya saben, la cosa esa del liberalismo de palo y el estado mínimo.
Todo para que al final la política quedase en manos de los que tienen los enormes recursos que necesitan los partidos mayoritarios, las campañas electorales y la permanente actividad. Es decir, para que la política sólo fuese cosa de patriarcas y de sus grandes corporaciones.
Así, aquellos que critican a los que más tienen, a las formas injustas en las que muchas veces consiguen sus riquezas o la merma de derechos que lleva consigo su agenda –que es lo que les lleva a la política- no podrán acceder nunca al gobierno a no ser que pertenezcan a la propia clase que critican. Vamos, que así la crítica y la alternancia sólo es cuestión de cierta clase social, inamovible y caciquil, que se va turnando. Eso que los españoles inventamos en el S. XIX y que algunos siguen echando de menos, por lo que dejan entrever en sus argumentos.
No nos equivoquemos, la solvencia del político de izquierdas sólo tiene que ser juzgada por sus objetivos –derechos, democracia y modernización- Que sí necesitan de destreza y preparación –si es que no queremos dejar la política en manos de los funcionarios más altos o de las empresas subcontratadas- pero no de un capital inversor.
Otra cosa es la reforma de la vida política y el dilema de la profesionalización
Defender la profesionalidad de los políticos no implica defender una casta impenetrable, que se rige por normas internas exclusivamente, que no permite intromisiones y que tiene como principal valor el vivir de su trabajo público.
La vida política española –la que mejor conozco- necesita una gran renovación. Los partidos políticos necesitan encontrar un camino para seguir siendo mayoritarios y razonablemente homogéneos de tal forma que aporten estabilidad a la frágil democracia, y que les permita a su vez ser permeables por la sociedad, por sus opiniones, por sus expertos, por sus activistas de causas concretas, etc. para que puedan tener el suficiente conocimiento encarnado de la sociedad entera y de las soluciones a problemas – o innovaciones- que demanda.
Los partidos políticos necesitan una vida interna mucho más democrática, no haciendo de cada tema una asamblea, sino abriéndose en sus elecciones a la sociedad entera –tipo primarias americanas- necesitan que los simpatizantes puedan entrar y salir con mayor soltura, necesitan mayor contacto con la universidad, con las instituciones, incluso con la empresa –en un sentido de tener a mano a sus profesionales y sus métodos de trabajo-
Es verdad que este dilema complicado ha sido resuelto rápidamente, casi desde el principio, por la derecha y de una forma muy simple. Ha creado un híbrido con sus propios lobbys, haciendo que sean intercambiables las familias y cortes políticas con las familias y cortes empresariales.
En la izquierda parece que la solución tiende más hacia una oligarquía interna. Algo que se debería evitar antes de que cristalice de forma perenne, abriéndose más a la sociedad y poniendo en valor a sus profesionales por sus capacidades públicas. Al fin y al cabo, que existan políticos transparentes dependen de que los modelos institucionales y de partidos, sean también transparentes y abiertos.
Transparencia ordenada y no inquisición de difamadores.
La transparencia no tiene nada que ver con otra de nuestras maravillosas herencias: la confesión. Tan es así, que aun teniendo asumida y reglamentada la presunción de inocencia, mira que nos cuesta. El famoso que calla ante los comentarios de su vida sexual, otorga. El político que no responde a difamaciones, otorga igual. El acusado pero absuelto, seguro que algo hizo. Como somos y lo que nos queda por aprender.
La transparencia no es sólo estar atento a los periodistas más mordaces o a la oposición sin escrúpulos, no. Además eso nos convertiría en defensores de una falsa transparencia que sólo va con nosotros cuando nos afecta. ¡No! La transparencia va de crear un sistema universal de acceso a ciertos datos relevantes–los que tienen que ver con el control democrático y la defensa de los derechos- tanto de las instituciones públicas como privadas. Información accesible a todos porque a todos afecta. Información ordenada, comparable, estandarizada, comprensible e incluso computable –no como hace Esperanza Aguirre cambiando todas las comparativas de sus sistemas públicos-
Esta es la tarea del socialismo más joven: Un sistema de información y reglas accesibles de forma universal, que no haga que los derechos o las oportunidades estén sólo al alcance de tecnócratas entrenados para sobrevivir entre una maraña de leyes, prácticas habituales injustificadas, toma de decisiones oculta, estrategias de alto nivel que nada tienen que ver con el bien común, etc. Un sistema que nos permitan protegernos de las grandes corporaciones, de las instituciones mal gestionadas y de los malos políticos. Y no un sistema que cuando funciona mal sólo sea denunciable pagando a esos tecnócratas –algo que sólo pueden hacer muy pocos-
Prieto posiblemente sea uno de esos personajes históricos que Philip Pettit incluiría en la tradición republicana. La intersección entre la defensa de un estado fuerte y cohesionado, su representatividad democrática, su control, la libertad como fundamento de la acción política y la lucha contra las injusticias, harían de él un referente de esta tradición política.
Prieto se posicionaba como un socialista que para serlo debía asumir el liberalismo. No se podía ser socialista sin ser liberal. No se podían llevar a cabo políticas socialistas si se abandonaba la perspectiva de la libertad, o mejor, el horizonte último que animaba cualquier acción debía ser la consecución de la libertad.
Después de leer la introducción del Republicanismo de Pettit -en un buen libro no hay cosas importantes que no estén apuntadas ya en su introducción- creo haber encontrado una buena definición que nos permite escapar de una falsa disputa o semejanza con el liberalismo de derechas, a los que nos gusta posicionarnos rawlsianamente como liberales de izquierdas.
La defensa de la acción positiva por parte del estado, que no arbitraria, escapa a las situaciones de dominación derivadas de una libertad entendida como el dejar a su aire a esos atómicos individuos conectados entre sí ciegamente por intereses particulares y egoístas, dejando paso a una libertad consciente de que entre los ciudadanos que componen una sociedad se pueden llegar a dar relaciones de dominación y que tal situación se tiene que corregir constantemente. La libertad se conseguiría sacando a las personas de esas relaciones y eso necesita de un estado que tome parte sin ser arbitrario.
Ser socialista a fuer de liberal posiblemente tenga en Pettit una traducción filosófica potente, que aporte eso que algunos llevamos buscando desde hace algún tiempo, un nuevo discurso que exprese todas nuestras intuiciones políticas sin que parezca que unas veces estamos más a la izquierda, otras más en el centro, unas veces más cerca de los empresarios y las grandes cifras económicas, otras más cerca de los sindicatos, algunas veces defendiendo la inmigración como algo beneficioso económicamente, otras dando un paso atrás en nombre de la cohesión y de los derechos de los que aquí están ya, etc.
Por eso voy a traer mi lectura veraniega de el Republicanismo a este blog, buscando en cada apartado el discurso o las señales de eso que hace falta definir de una vez, que es el compromiso entre un estado fuerte, las políticas sociales, la economía y la nueva sociedad del conocimiento.